sábado, 2 de noviembre de 2013

Poetas de Sudamérica – Poeta Jorge Boccanera




Poeta Jorge Boccanera – Biografía y poemas
 
                                                          Biografía 

Poeta, dramaturgo y ensayista argentino nacido en Bahía Blanca, provincia de Buenos Aires, en 1952.
Desde 1976, a raíz del golpe de estado en su país, vivió largo tiempo exiliado en México y Centroamérica, ejerciendo
periodismo y colaborando en muchas actividades literarias. Al caer la dictadura militar se radicó nuevamente en su país,
dedicándose por completo a la literatura.
En 1976 obtuvo el premio "Casa de las Américas"  de Cuba, posteriormente el "Premio Nacional de poesía joven" en México
y en 2008 el VIII Premio Casa de América de Poesía Americana por su libro "Palma real".
De sus libros de poesía merecen destacarse: Los espantapájaros suicidas en 1974, Noticias de una mujer cualquiera en 1976, Contraseña en 1976, Poemas del tamaño de una naranja en 1979, Música de fagot y piernas de Victoria en 1979,
Los ojos del pájaro quemado
en 1980, Polvo para morder en 1986, Sordomuda en 1991,  Zona de Tolerancia en 1998
y Bestias en un hotel de paso en 2001


                                                                    Poemas

 Exilio
 
Expulsados de la selva del sur de Sumatra
por los hombres que vienen a poblarla, 130
elefantes emprendieron hoy una larga marcha
de 35 días hacia la nueva ciudad que les fue
asignada.
(AFP. 18/11/82)
No hay sitio para los elefantes.
Ayer los expulsaron de la selva en Sumatra,
mañana alguien les impedirá la entrada al Unión Bar.
Yo integro esa manada hacia Lebong Hitam,
yo sigo a la hembra guía,
cargo con la joroba de todas mis valijas sobre las
          cuatro patas del infierno.
Llegarán a destino –dijo un diario en Yakarta.
Los colmillos embisten telarañas de niebla.
Llegarán a destino,
viejas empalizadas que sucumben bajo mareas de carne.
Llegarán -dijo el diario.
Más la estampida cruza por suelos pantanosos
y mi patria –la mía- es sólo esta manada de elefantes
       que ha extraviado su rumbo.
¡Guarde celosamente la selva impenetrable este ulular
        de bestias!
Tambores y petardos, acompañan.
Algo de todo el polvo que levantan, es mío.



 
Oración para un extranjero
 
VI
Lluvia,
somos dos extranjeros,
mi nombre como el tuyo es una travesía,
un deambular por puertas cerradas para siempre.
La gente entra en mi sueño como por otra casa
y tus breves colores se deshacen contra el olvido,
pero ya lo sabemos,
no hay nada que tratar con su navaja,
nada que preguntar en sus regiones.
Lluvia,
somos dos extranjeros,
nos separa una herida.




Polvo para morder
 
I
A veces la palabra
como una copa rota donde morder el polvo
y otras veces un agua
de alumbrar.
Asomada a los cielos, la palabra,
es un tambor de polvo deshecho al primer golpe.
remando en el infierno, la palabra,
es un agua posible sobre un manto de cólera.
Entonces, la palabra,
¿polvo, para morder en la oscuridad?
¿Agua, para alumbrar este cuerpo callado?

III
Bésale las piernas a la poesía
aunque diga que no que aquí nos pueden ver.
Bésale las palabras, hurga su lengua hasta
que abra los brazos y diga ¡Santo Dios!
o hasta que santodios abra los brazos de escándalo.
Bésale a la poesía a la loba
aunque diga que no que hay mucha gente que aquí
nos pueden ver. Bésale las piernas las palabras
hasta que no de más, hasta que pida más
hasta que cante.



 
Corría el año 1917
Magro, cetrino, casi hierático, me pareció
un árbol deshojado. Su traje era oscuro
como su piel oscura.
Ciro Alegría
Un Santiago de Chuco de labios apretados lo ve
pasar y dice: como si la victoria y la derrota
comieran de su plato y dice: como un hueso
escarbando en el habla de nadie, ¿y tanto así?
Pasa un zumbido un triste alguna capa un capellán
un globo sin su niño un ala que saluda las tardes
son iguales aquí pasa Vallejo navegando en el polvo
de las demoliciones.
Como si la victoria (se lo dije) como si la
derrota (¿no le digo?) comieran de su plato y
él escupiera el plato porque un dedo de sangre
va abriéndole los ojos porque hay un aguacero
que se lo lleva todo.
Pasa el maestro de escuela por las calles vacías.
Una mano cortada lo lleva de la mano.




Hada
 
Se alimenta de carne de venado, de hojas grandes y
          verdes, pero vomita nieve.
Se desliza a gran velocidad, sube a los altos picos y
          cuenta lo que todos callamos.
¿Podría patinar sobre un pie? ¿Dibujar en un pie?
Voy a decirlo de otro modo: la Sordomuda pasa con su
          cuerpo ladeado para recuperar el equilibrio.
Aquí todos la aclaman: “no hay palabras, es única”.
Con su pasamontañas se desliza.
Clava sus espolones y mi lengua aterida se
         enrolla en viejos miedos.
Y así ella se alimente de frutas amarillas o de peces
         plateados, siempre vomita nieve.
Cuando vomite al bosque, yo lo conoceré.
Ahora está en la pendiente: “no hay palabras, es
         única”.
Yo rito del trineo, con mi hocico escarchado poco
         puedo decir.
Para ella los aplausos porque puede bailar, dar
         vueltas como un trompo.
Y si se lo propone,
podría leerle los labios a un muñeco de nieve.


 


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